Relámpagos escondidos

Sobre Mortal en la noche, de Fernando G. Toledo. Alción Editora, 2013.

Por Rodolfo Braceli (*) 

Fernando, no siempre, pero a veces me pasa: pienso y siento que la poesía brota, desde arriba o desde abajo, como si fuera relámpagos, relámpagos internos, en los momentos menos esperados de los poemas.
Y tu libro está sembrado de relámpagos escondidos. Son líneas, latigazos de lucidez, de alumbramiento.
Más te digo: esas líneas, tan intensas, hasta podrían sacarse de cuajo del eventual poema, porque aguantan y merecen la blanca página entera para ellas solas.
Al leer tu libro, se dio que me puse a conversar con esas líneas, con esos latigazos de candor y de lucidez.
Lo que estoy tratando de decirte tiene que ver con lo medular. Adentro de esos relámpagos pienso, siento, que está el pulso de la genuina poesía.
Y esto no es frecuente: lo frecuente es la poesía «fabricada» con jerga poeticuda. En esos casos uno no puede hablar de relámpagos; a lo sumo puede hablar de cañitas voladoras.
Te doy algunos ejemplos de lo que sentí como relámpagos, como líneas que hasta merecerían estar solas, con la página entera a su alrededor, porque en si mismas las siento como poemas:


«En este cuarto donde la Tierra no gira»
pongo «el cuerpo en cada escaramuza
:
El cuerpo que ya
Igual doy –no sin pena– por perdido».

*

«La abundancia sideral del mundo
allá afuera»

*

«De pronto es de noche y aquí
no hay nada.
Apago las luces de la casa
y oigo, sin ver,
                             cómo todo se va».

*

«Pero hay también una sombra
y un poco más allá, ininteligible, el resto
de la entera noche que comienza».

 *

«...mientras afuera el mundo,
sí…»

*
[Gran definición de Borges]

«Un hereje hastiado de irrealidad
dirá que los espejos y la cópula
son en igual medida abominables
porque multiplican el número de los hombres».

*

«...y descubre
que no conoce el nombre del color
que tiene el barro fresco
de la sangre y la tierra cuando se mezclan»

*

«Al final de cuentas Dios siempre ha sido
tan solo el nombre
                                    de lo que ignoramos»

*

«Hincado ante una herida de papel,
me ofrezco a la agonía de lo vano»

*

«Afuera hay una verdad de cosas
que viven, que mueren, que no
te necesitan»

*

«Estos cuerpos
arrojados
al diluvio de las horas»

*

Fernando,
¿podrás perdonarme este manoseo de tu escritura; perdonarme que me haya atrevido a desgajar esos relámpagos, esos poemas escondidos adentro de tus poemas?
Quiero decírtelo rápido, redondamente:
tu libro, ¡un libro deputamadre!
Gracias por tu libro. Gracias por sus relámpagos. Mi abrazo,  Rodolfo.

(*) Carta personal al autor

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